¿El modelo de ciudad condiciona el tipo de turismo?

Desde hace unas semanas, vivimos una clara desescalada en cuanto a las medidas restrictivas vinculadas a la COVID-19. Sin duda, este proceso ha propiciado que el sector turístico cobrara de nuevo impulso y recuperara las cifras prepandemia, o incluso las superara. Este escenario hace salir de nuevo a la palestra un asunto recurrente. Nos referimos a la convivencia del modelo de turismo con el modelo de ciudad.

Ante los continuos «roces» existentes entre ambos, nos preguntamos qué debería tener prioridad: ¿el turismo o la ciudad? Es decir, tal y como plantea el titular, ¿el modelo de ciudad debería condicionar el modelo de turismo? ¿O debería ser al contrario?

Renovarse o morir

Es evidente que la pandemia está dejando tras de sí un reguero de transformaciones en todos los sectores. Muchos de esos cambios han venido para quedarse, y algunos de ellos inciden directamente en la planificación, la organización y la gestión del sector turístico. Esto ha obligado a las empresas a tomar las medidas necesarias para adaptarse a la nueva situación. «Un ejemplo de ello es el uso de la tecnología para impedir contagios (empleo de robots y de herramientas de inteligencia artificial para reducir la distancia social en los lugares turísticos y las empresas). También se deben incorporar nuevos conceptos, como el riesgo sanitario, conocer mejor las nuevas preferencias de la demanda ante la percepción de ese riesgo y, en cuanto a la gestión de destinos, planificar a partir de parámetros como la adaptación y la resiliencia a las crisis, además de definir planes de contingencia», apunta Francesc González Reverté, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y director del grado de Turismo. 

Por tanto, nos enfrentamos a un nuevo escenario en el que, según González Reverté, existe mayor sensibilidad social ante los impactos del turismo, especialmente ante aquellos que podrían perjudicar la calidad de vida de los residentes, disminuir los recursos públicos, generar desigualdad de oportunidades o, incluso, contribuir al desplazamiento de los residentes. «Estudios recientes analizan nuevos conceptos como la turistificación, el sobreturismo (overtourism) y la posible incidencia del turismo en las dinámicas y procesos urbanos globales (encarecimiento de la vivienda, pérdida del tejido comercial local, conflictos en el uso del espacio público o enclaves de trabajadores-turistas internacionales) que, a pesar de no tener ni una causa ni un origen directamente relacionados con el turismo, pueden intensificarse si las condiciones de gestión turística no son adecuadas», advierte.

Punto de fricción entre el turismo y la ciudad

Aunque el modelo de ciudad y el de turismo «están condenados a entenderse», en opinión del profesor González, lo cierto es que no se puede negar que existe un conflicto entre ambos. «El problema es que, con frecuencia, las ciudades han apostado por el turismo y el ocio como estrategia de desarrollo urbano sin tener demasiado en cuenta la visión de los residentes ni analizar los aspectos negativos o las desigualdades que puede conllevar dicho desarrollo cuando se da sobre una base de crecimiento indefinido y sin tener en cuenta el reparto de cargas y beneficios que conlleva dicha actividad turística», plantea el experto, quien considera necesario incorporar la mirada de los agentes locales y residentes en el desarrollo y la gestión turística. «No se trata solamente de participar en la toma de decisiones en momentos puntuales, sino de iniciar la planificación teniendo en cuenta las propuestas de modelo de ciudad y de convivencia del turismo desde la perspectiva de los residentes (de abajo a arriba)», afirma.

Por su parte,  Joan Miquel Gomis, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y miembro del grupo de investigación en turismo de la UOC NOUTUR, propone establecer «una visión sostenible global que vaya más allá del turismo y analice de manera integral las necesidades de infraestructuras, de movilidad, de vivienda, industriales, agrícolas, de energías renovables…». El experto defiende la idea de que el modelo de ciudad debería condicionar el modelo de turismo. 

De hecho, parece que lo está haciendo. Si no la ciudad, sí la realidad que le acompaña. Desde el punto de vista del profesor González, existen elementos macro y factores micro que están determinando la nueva senda del turismo. «Existen factores macro, como las guerras (la de Ucrania actualmente), las pandemias (conviviremos con la COVID-19 durante mucho tiempo) o la inflación (algunos expertos predicen una nueva crisis económica global), que influyen en los mercados y, por tanto, en las posibilidades de desarrollo de los destinos urbanos. Pero también es posible identificar factores micro, como la percepción del riesgo sanitario y su influencia en las preferencias de la demanda o la transformación de la imagen del destino, que puede trasladarse desde las redes sociales y condicionar el desarrollo turístico», afirma el experto.

El turismo inclusivo y otras claves de futuro

Más allá de si la ciudad supedita su estrategia urbanística en beneficio del turismo o la impone, la clave para la convivencia está en «modelar una relación más coherente del turismo con el entorno urbano para evitar o reducir el conflicto con los residentes», asevera González. Y añade: «Están apareciendo otros paradigmas en el debate sobre el papel del turismo en la ciudad y habrá que tenerlos en cuenta si la sociedad local los acaba reclamando como propios y dominan la opinión pública (de momento son tendencias minoritarias o emergentes). La socialización del turismo, el decrecimiento o el turismo inclusivo son algunas de estas nuevas visiones. Aunque hoy por hoy están más en la mente de los académicos y los movimientos sociales que en el conjunto de los residentes, habrá que tomarlas en consideración cuando se pretenda formular las políticas turísticas de la ciudad del futuro».

Otra de las aportaciones que la ciudad puede hacer al nuevo turismo procede de  las soluciones tecnológicas y de la implementación de destinos turísticos inteligentes. Se trata de innovadoras iniciativas que, aunque todavía son una promesa, «presentan un elevado potencial en la mejora de la sostenibilidad urbana, la reducción del conflicto del turismo en las ciudades y las necesidades de los residentes, así como para aspectos operativos de la gestión turística diaria, como las soluciones basadas en la eficiencia energética, la movilidad o la gestión más ordenada de flujos turísticos», concluye González.

Revisión de la idea de éxito

En una época de transición como la que estamos viviendo, también el concepto de éxito está pasando por un proceso de mutación. Hasta ahora, «el indicador que medía el éxito de un destino era el número de turistas alcanzado, de forma que una temporada turística era buena si se mejoraba la cifra de visitantes de la anterior, sin profundizar en exceso en el análisis de otros factores», señala Gomis. Sin embargo, esto debería cambiar. Al menos así lo cree el profesor, quien ve necesario tener en cuenta valores como la sostenibilidad medioambiental, social y económica para poder evaluar los resultados de las nuevas políticas turísticas.  En esta misma línea, González cree que, efectivamente, la forma de medir los resultados del turismo necesita una revisión. De hecho, apuesta por «introducir diferentes parámetros de calidad de vida, bienestar y felicidad que permitan comprender la respuesta emocional de las personas, tanto turistas como residentes, su empatía y la capacidad de entenderse en el complejo desarrollo de la cotidianidad de la ciudad compartiendo el espacio público».

Nota de prensa: UOC

Scroll al inicio