Si alguien tiene proyectado un viaje a Marrakech, no puede prescindir de una visita fuera de circuitos y lejos de lo que cualquiera hubiera esperado encontrar en esta original ciudad de Marruecos.
Se trata del bellísimo Jardín Majorelle. Una reserva natural de cactus, bambúes, buganvillas y muchas otras plantas que dibujan un precioso jardín concebido en 1924 por el pintor Jacques Majorelle como un autentico remanso de paz, para ser su lugar de retiro.
El arquitecto Paul Sinoir fue quien proyecto el edificio del chalet, a imagen del estilo de los palacios marroquíes. Líneas arquitectónicas limpias, juegos de agua y luz y una frondosa vegetación crean un inigualable entorno. Paul Sinoir tuvo la idea de convertirlo en tienda taller y fue cuando Majorelle pensó en la creación de un jardín botánico. Compro plantas de todos los lugares del mundo, cactus, yucas, cocos, nenúfares, filodendros, papiros y un sin fin de flores, hasta 300 especies diferentes.
En 1947, este pequeño paraíso ideado para ser un lugar de descanso e inspiración abrió sus puertas al público, pero en 1962, Jacques Majorelle murió en Francia en un accidente de coche. Tras su desaparición el Jardín continuó abierto al público pero sufrió graves deterioros por la afluencia e admiradores del pintor.
El Jardín Majorelle fue adquirido por el diseñador Yves Saint Laurent y su colaborador Pierre Bergé que en 1980 lo rehabilitaron e instalaron una tienda para exposición y venta de recuerdos de Marruecos, cerámica, alfombras, alfarería. También crearon un patronato para garantizar la permanencia y el buen estado de la herencia Majorelle, además desde 2001 se ha creado también una asociación independiente y se ha incorporado un servicio de seguridad.
La profusión de vegetación, los colores de la naturaleza y el fuerte contraste con el color azul cobalto -que ha pasado a denominarse «bleu Majorelle»– utilizado para los muros, paredes, fuentes y detalles del jardín, además de sus contrastes de luces y sombras son las características principales de este elegante y admirable vergel en el Sahara.
Marga G.-Chas Ocaña