Vertiginosa y frenética se nos muestra esta urbe cosmopolita y modernista nada más ponemos el pie en tierra y bajamos del avión, los imponentes rascacielos parecen querer llegar a lo más alto de un cielo que se nos brinda de un color gris plomizo y una pertinaz lluvia nos acompaña en el recorrido. Sus avenidas más céntricas es un auténtico hervidero de personas que en una danza casi mágica y en un perfecto orden van y vienen de sus oficinas a sus diminutos apartamentos en el las afueras, sus anuncios de neón nos traen a la mente recuerdos de la película Blade Runner.
Tokio invita a sus visitantes a conocerla y entenderla pero sabemos que asimilar y comprender una cultura tan diferente a la nuestra no es cuestión de horas ni siquiera de días, necesita su tiempo para conocerla.
El Hotel Okura, por su emplazamiento es lugar ideal para iniciar visitas, desde allí y a 5 minutos a pie nos encontraremos en el barrio de negocios Toranomon y de allí podemos dirigirnos al vecindario de Roppongi, donde la vida nocturna hace de este barrio el lugar perfecto para visitantes y residentes.
Pero todo no es modernidad, en Tokio conviven los rascacielos con templos santuarios y museos.
Recomendamos la visita al Museo Nacional de Tokio, donde podremos admirar auténticas reliquias milenarias de la cultura nipona.
Yokohama: Vale la pena salir de Tokio y su bullicio para recorrer su puerto, es el lugar donde los residentes de Tokio van a pasar unos días de descanso, aquí encontraremos la torre Landmark, el rascacielos más alto de Japón.
Fuente: hotel Okura y yes Tokio