La colección Kramarsky, conocida por su especialización en el minimalismo estadounidense de los años 60 y centrada en el dibujo como lenguaje artístico autónomo, es sin dudas una de las más prestigiosas y activas dentro del panorama del arte contemporáneo de Estados Unidos. Contiene 3000 obras realizadas desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Y en ella también figuran obras abstractas que en su naturaleza e intención apuntan al minimalismo y otras que representan la herencia de este movimiento en la actualidad.
Hasta el 24 de Mayo, el museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, en Segovia, España, presenta una cuidada colección de 117 obras que forman parte de esta colección. Según los organizadores de la muestra “desde un punto de vista estricto, el minimalismo estadounidense se limitaría a unos cuantos artistas: Carl Andre, Dan Flavin, Donald Judd, Sol Lewitt y Robert Morris, (todos ellos presentes en esta exposición) y a la tendencia, dentro de la abstracción, a convertir la obre de arte en objeto que empezaron a concebir y fomentar hacia 1963”. Sin embargo, los autores más recientes han aceptado la heterogeneidad esencial de este movimiento. De hecho, esta colección ha identificado de manera silenciosa esta diversidad.
Nueva York, el papel de las últimas vanguardias, como han titulado la exposición, reconoce las deudas del movimiento minimalista con el expresionismo abstracto y sus alusiones al pop art incorporando sus conexiones con el movimiento earthworks, el arte conceptual y el arte de la performance. En definitiva, esta exposición pretende arrojar luz sobre las sensibilidades compartidas de estos movimientos y sus interconexiones visuales y conceptuales y también sobre sus diferencias y conflictos de orden estético.