No bien uno baja del avión en Nueva Delhi, la primera imagen es desconcertante. Además del calor agobiante y la humedad, es la entrada a uno de los mundos más dicotómicos del planeta, donde la riqueza y la pobreza van de la mano sin cuestionamientos.Delhi, capital de la India, es inmensa. El viajero de bajo presupuesto encontrará una opción para pasar la noche en algún establecimiento de la angosta y concurrida calle Main Bazaar que desemboca en la estación central de trenes.
Sin pavimentar y con un ajetreado ir y venir de rickshaws (típicos taxis indios), autos, peatones y vacas, esta callejuela es sede de hoteles de todo tipo, desde los más económicos hasta los de primer nivel. Las ofertas son variadas, hay que saber buscar y regatear, una regla de oro en este país. Claro que comunicarse con un pueblo que cobija unos 20 idiomas -además del hindí y el inglés, que son los oficiales-, diversas religiones y varios grupos étnicos no es tarea simple.
El Monumento al amor: A unos 200 kilómetros de Delhi está Agra, donde se encuentra una de las siete maravillas del mundo: el muy famoso Taj Mahal. Este mausoleo del sigo XVII es el mayor atractivo de la ciudad y su fuente principal de ingresos económicos. En Agra, localidad considerablemente más pequeña que Delhi, es imposible pensar un recorrido a pie. Una opción práctica es alquilar un atorickshaw por un precio acordado desde el principio con el conductor.
Así, tendrá la posibilidad de visitar diferentes puntos de interés sin tener que preocuparse por el transporte. Para acceder a la zona trasera del Taj hay que cruzar un puente atestado de autos, bicicletas y taxis y atravesar el barrio de los obreros. Desde el punto de vista arquitectónico, el mausoleo es impactante: el trabajo de tallado del mármol impresiona, lo mismo que los detalles de flores de colores que adornan sus paredes.
Se trata de un sitio de extrema devoción y respeto tanto para los musulmanes como para los hindúes. Aquí, todos siguen el mismo rito. Al llegar dejan los zapatos afuera, que se van acumulando en enorme pilas; entonces los peregrinos recorren el mausoleo descalzos, ajenos a posibles contagios, pozos, caídas: un indudable acto de fe.