A la hora de organizar unas vacaciones, es habitual conocer los lugares más típicos de esa zona para visitarlos. El problema viene que en muchos casos, una vez que estamos allí, lo que vemos no es lo esperado. Aglomeración de gente, precios por las nubes o el monumento en sí, suelen ser los motivos principales para alcanzar esa decepción. Para evitar esta situación, desde el portal de alquileres vacaciones Holidu, han analizado algunas de las atracciones turísticas más populares a nivel mundial. Veamos cómo poder disfrutar de ellas sin llevarnos un chasco.
Plaza de San Marcos, Venecia, Italia
Si te van la atracciones abarrotadas de turistas y estás dispuesto a pagar la friolera de diez euros por una taza de café, la Plaza de San Marcos es tu destino ideal. No se puede negar, la enorme plaza con el Palacio Ducal, la torre del reloj y la Basílica de San Marcos, es todo un regalo para la vista, el problema es que te toca compartirlo con demasiadas personas. Si pretendes disfrutar de las vistas de la plaza con tranquilidad y encontrar precios razonables te vas a llevar un buen disgusto. ¿Puede uno al menos quedarse un buen rato y sacar buenas fotos? Pues está complicado, especialmente si no te hacen mucha gracia las palomas, que son tan omnipresentes como las hordas de turistas, además las aves se permiten el lujo de posarse en alguna cabeza que otra.
Uffizi, Florencia, Italia
La «Galeria degli Uffizi» es, sin duda, uno de los museos más prestigiosos y visitados del mundo entero y ofrece a los visitantes un fascinante viaje por la historia del arte. Y es exactamente ahí donde reside la decepción para muchos turistas, que acuden allí únicamente porque figura como imprescindible en las guías de viaje, a pesar de no tener ningún interés real en asistir a una lección magistral de arte. De hecho, muy pocas personas se preocupan de antemano en considerar si una atracción de fama mundial es adecuada para ellos. Una de las reseñas de Google proclama: «Si eres un apasionado del arte, te encantará el museo. Si eres una persona normal, disfruta el resto de Florencia y ahórrate todo el estrés innecesario».
Place du Tertre, Montmartre, Francia
Bienvenido a la «Place du Tertre» en el hermoso distrito de París Montmartre. ¿Te apetece que te retraten en una caricatura sin tu permiso mientras deambulas por la plaza y te obliguen prácticamente a pagar por ella? Aquí te las ponen en la mano antes de que puedas reaccionar y para entonces ya es tarde. ¡Cómo no vas a pagar cuando el producto ya está terminado, y hecho especialmente para ti! Filas y filas de artistas aposentados uno al lado del otro y todos atentos a la que salta, como predadores. ¿Su presa preferida? ¡Los turistas!
Westminster Abbey, Londres, Reino Unido
Para todos los instagrammers, la Abadía de Westminster es, per se, una decepción, ya que las fotografías están estrictamente prohibidas en la iglesia. Aún si los selfies no son lo tuyo, la clavada por la entrada, de unos 25 euros por adulto, no es plato de gusto para muchos. A todo esto se añaden los males endémicos de toda atracción popular: multitudes aplastantes y largos tiempos de espera. Si eres un fanático de la literatura inglesa o de la realeza británica, merece la pena, sin embargo, lidiar con los inconvenientes, ya que aquí están, entre otras, las tumbas de Charles Dickens y Rudyard Kipling.
Acantilados de Moher, Condado de Clare, Irlanda
«Masas de turistas que se empujan los unos a los otros a lo largo de la escarpada costa. El complejo turístico diseñado para multitudes y hordas de autocares logra arruinar cualquier paisaje». Eso afirma una de las reseñas Google. Los acantilados en la costa oeste de Irlanda son muy populares y reconocidamente fotogénicos, pero no siempre resultan fáciles de explorar debido a la afluencia de visitantes y al inestable clima, después de todo, se trata de Irlanda. En teoría, debes caminar sobre un sendero pavimentado que transcurre a lo largo de la costa y está prohibido salirse de él. En la práctica, muchos se saltan esta prohibición a la torera, así que te va a costar lo tuyo hacer una foto bonita que no incluya gente que no conoces de nada arruinándote la estampa.
Blarney Stone, Blarney, Irlanda
La legendaria «Piedra de Blarney» se encuentra en el exterior del Castillo de Blarney. Según la tradición local, a quien besa la piedra se le concede el don de la elocuencia. Suena atractivo ¿verdad? Sin embargo, conviene sopesar bien la visita antes de aventurarse. ¿Las razones? Para besar la piedra te toca hacer cola durante horas, hacer frente a una subida vertiginosa y, finalmente, con la ayuda de un vigilante de seguridad, realizar un ejercicio acrobático: para besar la piedra, es necesario hacer una especie de pino puente agarrado a unas barras metálicas. Por supuesto, al hacerlo te toman una foto, que puedes comprar como recuerdo. El proceso de besar la piedra es mágico, divertido y asqueroso a partes iguales. No hay que olvidar que cientos de visitantes besan la «Piedra de Blarney» todos los días y regalan a los siguientes su saliva.
Castillo de Praga, Praga, República Checa
El Castillo de Praga domina la capital de la República Checa y despierta la curiosidad de todo viajero que visita la ciudad, ya que no hay esquina en la urbe desde donde no se lo atisbe. En determinadas épocas del año y momentos del día es posible disfrutar del ambiente sin grandes aglomeraciones. ¡Pero ten cuidado! Hay diferentes modalidades de entrada que incluyen acceso a diferentes atracciones. Los visitantes deben saber de antemano qué lugares les gustaría visitar y verificar exactamente qué museos o edificios vienen incluídos en cada entrada. Si no lo sabías antes de llegar, te puedes llevar una desagradable sorpresa, sobretodo en el caso de los fanáticos de Kafka, ansiosos por ver el Golden Lane, donde solía vivir. Esta atracción no está incluida en todas las modalidades de entrada y puede suponer costes adicionales.
Isla Mainau, Lago Constanza, Alemania
Mainau, también conocida como la isla de las flores, es uno de esos imanes turísticos a los que las multitudes acuden cada temporada, dispuestos a pagar una fortuna por la entrada. ¿Y por qué? Las reseñas de Google a menudo afirman que el esplendor de las flores es sencillamente impresionante y que el precio de la entrada está justificado. Pero te advertimos: ¡decepción a la vista! Al menos durante la primavera. Ya a mediados de marzo, los precios para visitar la isla de Mainau se disparan alcanzando los nada desdeñables 21,50 euros por adulto. La época del año de la floración no parece influir necesariamente el precio, porque en marzo, la isla no presenta realmente el mismo aspecto que unas semanas más tarde.