Casarse, en la República Popular China, es fundamental; la pareja y la familia son la base de la sociedad. Y muchos, al ver que sus hijos avanzan por la vida llenos de trabajo y con poco tiempo para pensar en el amor, se angustian y se disponen a darles una mano.
Por eso en Shangai los padres se juntan, y llevan un CV bajo el brazo. People’s Square, la «plaza del pueblo», es el escenario donde tiene lugar ese curioso mercado de información sobre la vida privada de los hijos. Los padres llegan a alguna esquina del parque y lo cuelgan o lo ponen frente a ellos, esperando una «respuesta». Cuando los otros padres pasan, preguntan, conversan y si se interesan, intercambian datos para fijar una cita entre sus hijos.
Basta caminar por la plaza para encontrarse con los Curriculae colgando de hilos amarrados entre los árboles, puestos en el suelo y sujetados con piedras, o agarrados a cualquier cosa que sirva de soporte. Es un lugar animado, con cientos de progenitores que conversan y sacan sus libretitas para tomar notas.
Además de los interesados directos, están también los profesionales, celestinos de domingo que llevan una pila de CV para promocionar a varios al mismo tiempo y hacer más eficiente el trámite. Olvídese del amor romántico. En este mercado matrimonial, lo único que cuenta son los datos duros. Sexo, peso, edad, salario constituyen los ítems principales que figuran
en cualquier CV.
Algunos jóvenes suman información adicional: si tienen auto o casa y el
reajuste anual de su sueldo, asi como sus posibilidades de progresar en el trabajo. Asuntos prácticos. También se incluye lo que se busca en la otra persona, sobre todo edad, estatura y sueldo.
La mayoría no tiene foto, aunque se pueden llegar a ver imágenes del
candidato o la candidata en cuestion, si hay interés real y una afinidad entre ambas partes. Es el momento en que los padres sacan a relucir alguna foto del hijo o la hija, intercambian impresiones y acuerdan encuentros de los posibles futuros novios.
