Los turistas que visitan Madrid después de recorrer Europa coinciden en la opinión de que es en esta ciudad donde mejor se sabe preparar un whisky. En primer lugar, no se usa medidor, esos pequeños dedales que solo logran colorear de ámbar el agua.
En primer lugar, se sirve de la botella al vaso y la cantidad la decide el consumidor, pues el líquido fluye hasta que uno dice «ya, por favor». En segundo lugar, el hielo abunda, cosa que no ocurre en ningún otro país europeo. Y en tercer lugar, no ahogan el vaso de agua o soda: uno tiene la opción de decidir la cantidad de mezcla que desea.
España no fue en el pasado gran consurnidor de whisky, este era un trago que se tomaba como digestivo, después de comer. Pero a partir de los años 60, a raíz de la invasión del turisno no perteneciente a Europa, se impuso la nueva cultura del whisky.