Poco antes de que me invitaran a conocer La Donaira, en la Serranía de Ronda, leí un reportaje en una revista sueca que se titulaba From an entrepreneur in Austria to a farmer in Spain, en el que se narraba la experiencia de un empresario austriaco que pasó de ser un alto cargo de la gran compañía de apuestas en línea bwin.com a agricultor y ganadero preocupado por el mundo ecológico, sostenible y bio, pero también por crear un espacio de lujo para que gente con sus mismos intereses pudiera disfrutar.
Y hay que decir que lo consiguió, aunque no fue tarea fácil. Recorrió más de 20.000 kilómetros por el sur de España en busca de una finca donde criar y cuidar caballos, otra de sus grandes pasiones. La encontró cerca de Ronda, junto al bello pueblo de El Gastor y con vistas al Parque Natural de Grazalema, un terreno ondulado con 700 hectáreas de dehesa, encinas y viñedos con peñascos rocosos y robles antiguos, olivares y almendros y sin ninguna construcción en kilómetros a la redonda. Había un amplio cortijo casi en ruinas pero espacioso y con posibilidades.
Tras años de trabajo, la ruina se ha convertido en un lugar especial, un hotel cortijo andaluz tranquilo y simple, donde todo, desde los suelos de madera y losas hasta muebles hechos a mano y vistas espectaculares está naturalmente pensado y diseñado. También lujoso, aunque de manera discreta, fresca y contemporánea, con arte, libros, música y todas las comodidades de la tecnología, como la calefacción en suelo radiante, la iluminación de diseño y el spa con piscina infinita. Hay solo nueve habitaciones, siete de ellas suites y dos yurtas como las de los nómadas mongoles pero de avanzado diseño. No hay que esperar grandes lujos en las habitaciones, la mayoría muy espaciosas y con muebles antiguos o viejos. Las camas tienen mosquiteros y son muy cómodas, los lavabos son de piedra, los grifos y cañerías imitan a los antiguos, la iluminación es escasa y, desde luego, no hay amenities porque van envueltas en plásticos y eso aquí está prohibido; tampoco las zapatillas lo llevan lo que puede dar la sensación de que están usadas y, desde luego, tampoco hay televisión. Todo es muy eco y natural, excepto el precio: entre 340 y 440 euros por persona y noche, con un mínimo de dos, un presupuesto de cerca ce 2.000 euros por pareja para un fin de semana. Eso sí, las comidas y bebidas también están incluidas.
En el cortijo se degustan productos cultivados en sus tierras y alimentos locales y ecológicos frescos de cosecha propia preparados por talentosos chefs, como el sueco Friedrick Andersson que se pasa la mañana recolectando los ingredientes para sus originales y minúsculas ensaladas. En buena compañía, con conversaciones alrededor de la mesa que comparten todos los huéspedes, que continúan hasta altas horas de la noche bajo cielos estrellados, tomando una copa de buen vino que también se elabora en el cortijo. Y si se tiene suerte, de vez en cuando se organiza una velada musical como la que nosotros disfrutamos con la simpática Sara Sae, nacida en Ceuta, soprano, cantante de flamenco, bailarina de danza oriental… que se expresa en castellano, árabe o sefardí; un espectáculo multicultural difícil de olvidar, especialmente cuando canta y baila con su hija Miriam.
Pero no es el lujo lo que convierte a este lugar en único, de hecho hay hoteles más lujosos y mucho más baratos. Quien acuda a La Donaira debe hacerlo con el mismo espíritu que lo hizo su propietario, muy celoso de su intimidad, y también su hermano Gerhard, antiguo bailarín, que ahora tiene una fabrica de lujosos bolsos de piel en Ubrique y que echa una mano en cuidar todos los detalles del alojamiento, desde la altura que debe tener la lana de las ovejas antes de sacrificarlas para obtener alfombras, a elegir los mejores muebles antiguos o simplemente viejos en el mercadillo de Wazemmes en Lille o las mejores almohadas de Europa que se fabrican cerca de su pueblo natal Kitzbühel, en los Alpes austriacos.
Actividades para todos los gustos
Tampoco las muchas actividades que se pueden hacer en La Donaira es lo que la convierte en única. Pueden pasarse los días haciendo senderismo y ciclismo, montando a caballo y explorando, o simplemente tumbado junto a la piscina o relajándose en el impresionante spa. También hay actividades ecuestres diseñadas para jinetes principiantes y avanzados o se puede acceder a la doma natural con un simpático irlandés que se define como susurrador de caballos. Se puede hacer ciclismo de montaña, recolectar las verduras y hierbas para la ensalada en las huertas de cultivo ecológico y medicinal o los huevos que las gallinas han puesto unos minutos antes. Incluso es posible hacer yoga con los caballos o meditación en una de las cuatro únicas camas de abejas que existen en el mundo, situadas sobre la propia colmena y mientras se escucha el susurro de las abejas entrando y saliendo de ella.
Pero si el alojamiento es relativamente caro, las comidas, casi siempre vegetarianas, son sanas pero poco más, no es fácil tener intimidad y el conjunto es apacible pero no especialmente lujoso, entonces, ¿por qué ir a La Donaira? Pues para hacerse partícipe de un modo de vida en desuso y vivir experiencias olvidadas, volver a la vida tranquila y redescubrir el placer de los gustos sencillos. Eso es también lo que hacen las decenas de voluntarios de distintos países, expertos de todas las profesiones y condiciones sociales que traen un pensamiento fresco, nuevas ideas brillantes sobre mejores maneras de hacer las cosas en todas las áreas de la vida. En La Donaira se produce la mayoría de lo que se come en la granja, las huertas de verduras ecológicas están en producción durante todo el año y también hay una variedad de frutas de temporada desde el pero de Ronda, una antigua y rara variedad local de manzana, hasta duraznos, albaricoques, peras, membrillos, higos, castañas, ciruelas, cerezas y naranjas. Hay gallinas para los huevos, así como ovejas y cabras para la leche y el queso.
Un caso especial es el de las abejas. Aquí existe una preocupación sincera por la situación actual que sufren, y por ello se propusieron actuar e intentar cambiar su situación. Teniendo un entorno privilegiado, donde llevan casi 12 años sin usar químicos ni practicar agricultura convencional, donde incluso está prohibido acceder en vehículos particulares, la finca se convierte en el ecosistema modelo para poder ayudar a estos pequeños y tan importantes insectos («Si las abejas desaparecieran, el mundo duraría cuatro años», palabra de Einstein), fortaleciendo y ayudándoles en todo lo posible y concienciando a sus visitantes para volverles a dar su sitio y que vuelvan a gobernar nuestra agricultura y nuestro ecosistema.
Su apicultura se fija en la mejora genética de las abejas, fortaleciéndolas y permitiendo que su sistema inmunológico no se debilite. Para llevar a cabo todo este trabajo, se respeta la gran mayoría de su miel y no se coge nada más que el excedente que ellas no van a utilizar. Tampoco se les retira el polen ni la jalea real, ya que ellas necesitan estos alimentos, para estar fuertes y sanas. Actualmente, hay 22 colmenas, siete de las cuales están colocadas en árboles, 11 en colmenas de suelo, una en una colmena realizada con troncos situada en la huerta medicinal y tres colmenas situadas en una cama de abejas, algo novedoso, capaz de brindar una experiencia única, pudiendo percibir su sonido, sus olores, su vibración y poder entender este sistema jerárquico de funcionamiento y respeto hacia la naturaleza.
Un jardín medicinal, inspirado en los antiguos jardines de los monasterios que servían de farmacias vivas, contiene más de 350 especies de plantas curativas, calmantes y vigorizantes, utilizadas en alimentos e infusiones, así como lociones y bálsamos. Las aceitunas son cosechadas a mano y prensadas en cuestión de horas en su propia almazara. Producen aproximadamente 800 litros de aceite de oliva virgen extra al año. También cosechan cientos de kilos de almendras para la leche y el aceite de almendras, así como para su consumo.
Los preciados caballos lusitanos
El objetivo principal de la Donaira en sus comienzos en el año 2006 fue la cría de caballos lusitanos, la preciada raza portuguesa. Actualmente, tienen más de 70, criados y entrenados de acuerdo a los principios de la equitación natural, también conocida como doma natural o susurrador de caballos. Al entender los instintos naturales y las formas de comunicación de los caballos, son capaces de entrenarlos sin causar estrés o miedo, y como resultado los caballos son más felices y receptivos. El lusitano es el caballo de silla más antiguo del mundo, y se dice que la estrecha colaboración entre el lusitano y el jinete observada por los visitantes de la península ibérica hace más de 3000 años, dio lugar al mito del centauro.
Se trata de preservar la calidad, versatilidad y belleza de estos caballos antiguos y evolucionar su código genético único en un caballo de deporte del siglo XXI para la doma, la equitación de trabajo y la equitación de ocio avanzada. Su nobleza, inteligencia y sensibilidad también hacen de estos caballos socios ideales para la terapia con caballos, una de las actividades curiosas que pueden practicarse aquí.
En La Donaira se aprende mucho de abejas, caballos, gallinas y ovejas. Se descubren planta insólitas con las que armonizar ensaladas, se escucha el silencio o el piar de los pájaros, pero sobre todo se vuelve a descubrir el placer de lo sencillo, de lo natural, de lo biológico y ecológico, de lo auténtico… Eso que creíamos que había desaparecido.
Cómo llegar
La Donaira está bastante apartado de ciudades importantes. El buscador de vuelos jetcost.es ha encontrado numerosos vuelos desde España y otros países a los aeropuertos de Málaga o Sevilla que son las ciudades más cercanas. También se puede llegar en tren. Desde el aeropuerto o la estación hay que seguir en coche hasta el pueblo de El Gastor, donde, curiosamente, está la recepción del resort (La Posada, Calle La Fuente, 49) y desde allí se llega en coches del propio complejo, ya que los vehículos particulares no pueden circular por la finca. También se puede contratar con La Donaira el servicio de recogida en los aeropuertos o estaciones de Sevilla y Málaga.