Si el viajero se acerca a este lugar utilizando la carretera de la costa, le será fácil contemplar una magnífica vista de Hondarribia desde lo alto del monte Jaizkibel, además de deleitarse con sus alrededores: el valle del río Bidasoa, el cabo Higuer y las fronterizas poblaciones de Irún, en el lado español, y Hendaya, en el francés. Además, en días completamente despejados, la perspectiva se amplía a los puntos de veraneo más conocidos del vecino país, como San Juan de Luz, Biarritz o Sokoa.
El descenso hacia Hondarribia guarda una agradable sorpresa, además de sus esplendidas panorámicas: el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de la villa marinera adonde nos dirigimos. Al llegar a la población, llama la atención el regusto histórico de su bien conservado casco antiguo y el sabor marinero y tradicional de un pueblo costero.
La ciudad antigua, situada estratégicamente en un altozano, está rodeada de murallas medievales rematadas por el llamado Castillo de Carlos V, aunque su estructura original es anterior a la época del emperador que le da nombre. La fachada de esta fortificación, cuyo interior acoge el Parador Nacional de Turismo, se cierne sobre la Plaza de Armas, bello conjunto de viviendas populares.
Detrás de la fortaleza, se levanta la iglesia de la Asunción y del Manzano, de estilo gótico con adiciones renacentistas, donde nace una de las calles con más solera de Hondarribia, la calle Nagusia (Nagusí Kalea, en euskera), donde se erigen lujosos palacios y hermosas casonas, como la casa del Marqués de Casadevante (hoy en día, un acogedor hotel), la casa consistorial, el palacio de Zuloaga o la casa Ladrón de Guevara.
Noble, leal, valerosa y fiel
Al final de la calle, se abre la Puerta de Santa María, en la que campea el escudo de la ciudad y el lema de ‘noble, leal, valerosa y fiel’, ganado en los continuos sitios que sufrió esta villa, fundada a principios del siglo XIII bajo la protección de Alfonso VIII de Castilla. Tanto la puerta de Santa María como la de San Nicolás, al otro lado de la localidad, marcan el límite entre la ciudad antigua y la moderna y constituyen un excelente punto de partida para conocer el casco viejo.
Escondido entre modernos edificios se halla La Marina, pintoresco y típico barrio marinero del País Vasco. Las grandes balconadas de madera, pintadas con tonos multicolores, y el bullicio propio de los restaurantes, asadores y sidrerías que se suceden en sus calles despiertan nuestros sentidos. Y no sólo la vista o el oído, sino también el olfato. Estamos en el lugar idóneo para degustar la rica gastronomía vasca, que, en Hondarribia, cuenta con una gran tradición, basada principalmente en los productos del mar: el pescado y el marisco.
A escasos metros, el puerto y el paseo marítimo se perfilan sobre la desembocadura del río Bidasoa. Al otro lado del estuario, se vislumbra Hendaya, en territorio francés y, al final del paseo, el malecón protege una amplia playa, muy visitada durante el estío.