En alguna oportunidad anterior ya habíamos hablado acerca de como muchos países, principalmente los asiáticos, habían comenzado a sacar provecho de la nueva tendencia del turismo de guerra, y en recientes oportunidades varios medios comienzan a hacerse eco de esta nueva moda, sobre todo en naciones como Laos, Vietnam o Camboya.
Es que no son pocos los itinerarios turísticos que nos proponen recorrer la zona para conocer de primera mano sitios como por ejemplo el Tuol Sleng, el Museo del Genocidio de Phnom Penh, y antiguos centros de tortura, todos ellos por costos que resultan irrisorios en comparación con demás atractivos turísticos del resto del mundo, unos cuatro dólares.
Y eso no es nada, muchos de los habitantes de estas naciones que sufrieron en carne propia las atrocidades de estos eventos, se encargan de oficiar a modo de guías para los turistas. Puede sonar a locura, pero personas que fueron atormentadas con algunos de los más crueles castigos infligidos por seres humanos nos cuentan sus terribles experiencias, por apenas dos dólares en los casos más extremos.
Obviamente, el turismo de guerra puede darse sólo en sitios que hayan sufrido en su propia carne las atrocidades de estos conflictos armados, de forma que para ellos se trata de una forma espectacular de salir de la miseria que persigue a todos estos eventos lamentables que la humanidad no ha sabido evitar hasta el momento.
Por otro lado, hay que destacar que el turismo de guerra puede ser considerado un primo-hermano del turismo de desastre, que mencionamos en situaciones anteriores que se lleva a cabo en países donde la naturaleza ha provocado situaciones de muerte masiva, como por ejemplo sucede en Japón con el tsunami de años anteriores. Aunque no está entre los turismos más buscados, se trata de una alternativa interesante para conocer esas vivencias tan increíbles.