Pero hay más colores. Está el verde radiante de los jardines, como el Garden of the Groves de la isla de Gran Bahamas un exuberante vergel con más de 5.000 especies de plantas exóticas traídas de todos los lugares del mundo. Arriba, el azul intenso del cielo, en el que incluso las nubes parecen colocarse para la postal perfecta; abajo, los corales de todos los colores que con frecuencia cubren viejas embarcaciones que naufragaron hace tiempo. En los fondos marinos, aparece El paraíso submarino, tan irreal en una primera inmersión, se carga de reflejos metálicos, o de formaciones infinitas de peces que se acercan hasta nuestra bombona de oxígeno.
Esa borrachera de color sigue en tierra, cuando cae el sol, por ejemplo en sus más de 20 reservas y parques nacionales, como el de Inauga, con casi 230 especies diferentes, entre ellas los coloridos flamencos. ¿Más color? El de las luces de los casinos de Nassau, el de los lujosos hoteles de Eleuthera, con sus arenas rosadas. O las mansiones en la entrada de Hope Town.
Los colores más intensos y llamativos son, sin duda, los de Nassau, una ciudad que mezcla la vida moderna con la arquitectura tradicional y colonial. Esta pequeña ciudad situada al norte de la isla de Nueva Providencia fue colonia británica hasta 1973. Su puerto, ahora uno de los rincones más chic del planeta, fue durante siglos el refugio preferido de los piratas que desde allí atracaban a la flota española que volvía a Europa cargada de oro y plata.
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