Para descubrir, y tratar de entender algo del sentimiento palmero, no hay mejor manera que pernoctar en el medio rural. Despertarse con el canto tempranero de los gallos o con el olor de la leche recién ordeñada, cuando el sol comienza a asomarse por detrás de Tenerife; saludar el día de esa manera es toda una experiencia.
Un ejemplo de esto son las construcciones rurales, las casas de Isla Bonita no son sólo moradas para vivir, sino, al mismo tiempo, formas de entender la vida. Generalmente sus construcciones parten de una planta rectangular o en forma de «L», un porche exterior de tea (madera de pino) generalmente orientado hacia el sol y que da acceso a la segunda planta por una escalera de madera (dependía del estatus económico del propietario). Las piedras tienen un gran protagonismo en su construcción, así como sus pisos de madera, y su infaltable aljibre que aprovecha el agua de lluvia.
Los alojamientos rurales, que se conservan en el Archipiélago Canario, conservan un encanto muy particular, que se manifiesta en sus muebles, en su madera de pino y en los adornos que mantienen la línea marcada por los años. Están muy bien mantenidos, y son un tesoro que no hay que dejar pasar si se está en La Palma, la Isla Bonita.
