Siguiendo la estela de sus edificios, desde Barcelona a las playas de Mataró, te proponemos descubrir una apasionante zona de Cataluña.
Un poco de historia: Mosaicos de mil colores, cerámica decorativa, hierro forjado, muebles de diseños sinuosos, vitrales emplomados…el Modernismo de finales del XIX y principios de XX es un estilo que abarca tanto a la arquitectura como al interiorismo y que nos atrae con su llamativa riqueza decorativa. Desde siempre, ha sido Barcelona el centro del Modernismo catalán, con obras tan emblemáticas como el Palau de la Música Catala, el Hospital de Sant Pau o las residencias del Paseo de Gracia.
Pero los grandes arquitectos de la época también difundieron su genialidad más allá de los límites de la ciudad condal, y nombres como Puig i Cadafalch (padre de las famosas Casas barcelonesas Ametller y de les Punxes) se pusieron al servicio de familias adineradas que querían construir sus segundas residencias en el monte o en la playa, para huir de los agobios de la gran urbe.
Surgió así un «Modernismo de veraneo» la gran burguesía estableció sus residencias y villas ajardinadas para pasar el verano, en contacto con la naturaleza y cerca de las aguas termales, y esto hizo que Tazona se convirtiera en centro de balnearios y espacios lúdicos, casi todos acordes con el estilo que imperaba en ese momento, es decir, el Modernismo.
Te proponemos visitar dos comarcas que tienen también tradición balnearia: puedes aprovechar para relajar tus músculos en alguno de estos lugares. O Para entrar en contacto con este estupendo legado artístico, puedes empezar tu ruta en La Garriga, localidad famosa por sus aguas termales, donde se levantaron numerosas villas como la Casa Barbey, con sus espectaculres plafones de cerámica y sus vitrale, emplomados, o Can Raspall, propiedad de la misma familia del artista.
A tan sólo tres kilómetros, en L’Ametlla del Vallès podrás visitar otros edificios singulares como Can Millet, propiedad de un potentado industrial algodonero de la época, o El Café, construido como espacio de reunión social, que aún hoy conserva todo el encanto de un café decimonónico.