El Hotel Portillo es el hotel del centro de esquí más antiguo de América del Sur fue construido en 1949 y nunca perdió vigencia. Su restaurante con inmensos ventanales, sillas de cuero y boiserie ha visto desfilar personalidades de la talla de Fidel Castro o John-John Kennedy.
Dentro de las características que podemos enumerar de este hotel cinco estrellas, es que hay un aspecto que parece exagerado, pero no lo es: el 80% de los empleados del hotel, desde ascensoristas a garçons, lleva un promedio de veinte años trabajando en el hotel. Incluso a Henry Purcell, propietario del hotel desde hace más de cuarenta años, todavía gusta mezclarse con sus huéspedes, compartir comidas y esquiar con ellos.
Claro que Portillo no sólo es apreciado por su espíritu familiar y atención personalizada (para dar una idea, hay 480 empleados para atender a las 450 personas que pueden alojarse en una semana), o por la belleza estremecedora de sus paisajes. Es además un reconocido centro de nivel internacional, elegido por equipos olímpicos de Estados Unidos, Canadá, Austria y Suecia para su entrenamiento de pre-temporada.
El centro es famoso por su nieve en polvo, sus pendientes pronunciadas y porque no hay cola para subir a los medios. El alter-ski es una parte tan importante de Portillo como el deporte en sí. Y no es casualidad que las habitaciones no cuenten con televisor, de modo que los pasajeros están más predispuestos a usar las instalaciones del hotel.
Pero no hay quien se extienda hasta mucho más allá de las nueve, no vaya a ser que se pierda la cena, todo un evento social en Portillo. Y una verdadera fiesta culinaria a cargo del chef Rafael Figueroa, que prepara 1.200 platos diarios sin que ninguno se repita durante dos semanas.