Cuando en 1473, Bartolomeo Scala, canciller de la República de Florencia, decidió construir la casa de sus sueños, no se conformó con cualquier cosa: quería un gran palacio. El enclave escogido tenía un jardín de cuatro hectáreas y media que fueron objeto de árduos trabajos de mejora. Así resurgió del olvido el Giardino delta Gherardesca, un intrincado jardín con elegantes huertos y espacios ceremoniosos.
El rediseño que tuvo lugar en el siglo XIX añadió el césped y los bosquecillos, salpicados con fuentes y estatuas. Hoy, en su última encarnación, el jardín es una de las principales atracciones del nuevo Four Seasons de la ciudad, abierto el pasado agosto, y el precioso telón de fondo al que miran las 117 habitaciones (entre el polozzo original y otro edificio añadido en el siglo XVI) del hotel.
Durante los siete años que duraron las obras de restauración, los ingenieros tuvieron que recurrir a nuevos métodos de trabajo para no dañar plantas tan preciadas como el tejo (Taxus boccoto) y una tuya (occidentolis) centenaria.Y es que aunque los frescos interiores son una obra maestra, los jardines, con sus elegantes árboles mandarín (los primeros en introducirse en la ciudad), sus sequoias y un prado cubierto de flores silvestres, son el centro de todas las miradas.
Las obras también sacaron a la luz un templo jónico, un pabellón del siglo XVIII para tomar café y La Villa, una exclusiva suite de invitados que se utilizaba como invernadero. Para los que no se alojan en el hotel, pero les haya entrado apetito, el Atrium Bar y el restaurante II Palagio ofrecen un amplio menú con vistas, para disfrutar al aire libre o en el interior.