El viaje obligatorio de los universitarios: ERASMUS

Si estás dudando entre marcharte y no…. no lo dudes más. Vete.

Erasmus es una beca universitaria que permite marcharse a una ciudad de la Unión Europea por una estancia de 9 meses. Ahora, labeca ha subido y dan unos 600 euros mensuales. Cuando yo me fui, no era ni la mitad.

La acogida en una universidad distinta a la de costumbre es una experiencia positivo ya que cambia el profesorado y los métodos. Es bueno para mejorar la capacidad de adaptación y conocer otros métodos de estudio. Normalmente, suelen dar facilidades a la hora de evaluarte, haciendo por ejemplo, exámenes orales, o en inglés si es que te encuentras en un país con un idioma especialmente difícil como Alemania o cualquiera de Europa del este.

Lo más importante de un Erasmus no es el expediente académico. Es la experiencia de un año fuera, conociéndo a gente muy diversa y aprendiendo a vivir lejos de casa.

Es un ejercicio de convivencia tal, que cuando finaliza te das cuentab de lo mucho que has cambiado en tan poco tiempo.

Las amistades e incluso noviazgos que se forman en ese curso, son lazos muy difíciles de disolver, y por lo tanto, se convierte en uno de los años más importantes de tu vida.

Es verdad que hay mucha fiesta y locura. La libertad extrema de actos y sentimientos hace que la actividad sea continua y cada día sea una experiencia. Como es constante la sensación de fugacidad, la gente exprime hasta el último minuto de su estancia y es reticente a hablar de la partida.

Lo peor de mi erasmus fue ver marchar a mis compañeros de piso. Y las últimas fiestas de despedida en la Associaçao académica. Pero eso si. Hasta en esos momentos aprendes.

Experiencias:

José Martino Martínez (23 años). Torrelavega (Cantabria). Erasmus en Roma, 2001-2002

Mi beca fue más que decisiva en un momento en el que necesitaba creer en los sueños. Mi madre había fallecido de cáncer. Estaba destrozado, vacío. Me sentía muy viejo, desengañado, enfadado con la vida; un chico al que, con 20 años, un mal día se le robó la ilusión. Entonces llegó la gran oportunidad para reconstruirme por dentro: un año en Italia. La belleza del país, su gente, su lengua… me ayudaron a superar poco a poco la pérdida. Fue renacer.

Jaime Echeverri. Becario en París

El primer día en la Universidad de Dauphine me invadió una sensación de desconcierto total, hasta que crucé la mirada con un compañero de clase que tenía la misma expresión de perdido que yo. Será de España, pensé. En un francés rudimentario me explicó que venía de Milán. Al rato se nos unió una pelirroja de Londres, y luego una chica de Francfort… La droga de conocer Europa y a los europeos se te mete enseguida. Al año siguiente, ya en Madrid, trabajé como becario en la Oficina Erasmus de mi Facultad. Al acabar la carrera frecuentaba los bares de Erasmus. Unos meses después ya estaba trabajando en París…, con novia sueca. Cuando me propusieron dar la vuelta al mundo no lo pensé dos veces: el sureste asiático, Australia, Nueva Zelanda, América del Sur, y ahora, en Vermont (Estados Unidos). Gracias, Erasmus.

Lee el genial reportaje de «El país Semanal«

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