«Ver Roma, después morir» dice el refrán. No lo dudes. La península itálica es una fiesta para los sentidos. Tanto en sus grandes ciudades como en sus minúsculas aldeas, en los deslumbrantes salones de sus palacios o en las coloridas callejuelas. Todo parece puesto estratégicamente para cautivar el corazón del viajero para siempre.
Italia es un país que ha cobijado a los fundadores de la cultura de Occidente y ha modelado su perfil a fuerza de belleza artística, historia y lucha. Su gente, cordial y hospitalaria por tradición, hace un culto de la amistad y la alegría característica de los pueblos del Mediterráneo.
Roma en particular atrapa por su descomunal belleza, pero ciudades como Nápoles o Sorrento, enamoran por su sencillez y encanto. El tiempo ha dejado en toda la península el color inconfundible de su huella y aún se respira el aire que inspiró a Dante, Bocaccio y Leonardo. Su sol, generoso y acogedor recibe al visitante en la inigualable Toscana y las notas de un inolvidable Lucciano acompañan tu viaje por los canales en Venecia.
El banquete está servido. Italia aguarda, paciente, que llegues para descubrir sus encantos de mujer fascinante. Nada será igual después de recorrerla, pues la perspectiva es diferente, los colores son más vibrantes y el tiempo detiene su marcha cuando recorres Italia bajo su cielo pintado de azul…