Llegar a Santo Domingo, capital de la República Dominicana es entrar en otra dimensión. El calor caribeño se manifiesta en toda su magnitud desde que pones un pie en su aeropuerto. Los colores son más vibrantes, los aromas más intensos, la gente extremadamente cordial.

La ciudad combina su aire moderno y pujante con un paisaje exhuberante y una arquitectura colonial que la distingue por encima de otros destinos del Caribe.

Sus atestadas calles hablan de la intensa actividad comercial y turística en la que vive Santo Domingo. Modernas avenidas se entremezclan con callejuelas empedradas de la Zona Histórica, importantes autopistas concluyen en paradisíacos miradores sobre el mar.

Declarada por UNESCO como «Patrimonio de la Humanidad», es posible visitar en el centro mismo de la ciudad la primera Catedral de América, el primer Fuerte, el Monasterio, y recorrer a pie (puedes conseguir un guía por un precio accesible en la plaza de la ciudad) las calles de adoquines que bordean fantásticas fachadas de una época romántica y colmada de historia.

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Entre estos monumentos destaca la Casa de Cristóbal Colón, donde viviera el almirante, y apreciar sus objetos y documentos que permanecen en impecable estado de conservación. Otros sitios de interés es la Plaza de la Cultura y por las tardes la calle de la Atarazana, donde las terrazas de los pequeños cafés concentran la actividad recreativa de los dominicanos.

Los amantes de la naturalez tienen también grandes posibilidades de disfrutar visitando el Acuario Nacional, el Jardín Botánico y Los Tres Ojos, una impresionante caverna de 15 metros de profundidad con tres grandes lagunas rodeadas de estalagmitas y vegetación.

Gastronomía, música, color, amistad, son sellos inconfundibles de un Santo Domingo que se debate entre la modernidad y la tradición, sin perder estilo, conservando el calor y la alegría de los pueblos nacidos al amparo del sol tropical.

Vía Dominicana.com

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