Con la llegada del verano, los viajes en avión se multiplican… y también las preocupaciones de quienes sufren aerofobia. Expertos explican las causas y comparten pautas para superarla con información y confianza.
Para muchos, el verano es sinónimo de escapadas, sol y descanso. Sin embargo, para una parte significativa de la población, la perspectiva de subirse a un avión puede transformar esos días de disfrute en una fuente de ansiedad. El miedo a volar, o aerofobia, afecta de forma directa a entre el 6% y el 20% de los españoles, según distintas fuentes, y puede condicionar desde la elección del destino hasta la experiencia completa del viaje.
La comandante Lourdes Carmona, con más de tres décadas de experiencia en aviación comercial, conoce bien el problema y ha desarrollado cursos específicos para ayudar a quienes lo sufren. “Muchas veces, este miedo nace de la falta de información y del estrés acumulado, no necesariamente de una experiencia traumática previa”, explica. “No saber cómo funciona el avión o quién lo pilota genera un imaginario de riesgos que no se ajusta a la realidad”.
¿Por qué se tiene miedo a volar?
Estudios como el del Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan que entre un 5% y 6% de la población tiene este miedo, pero otros informes –como el de la Universitat de les Illes Balears o el de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional– lo elevan al 10% y hasta el 20%. En todos los casos, el impacto psicológico es similar: se produce en un momento en el que el disfrute debería ser la prioridad, afectando a la calidad del descanso vacacional.
“El perfil más habitual es el de personas entre 30 y 35 años. Muchas no han tenido nunca miedo, pero por cambios personales, estrés laboral o inseguridad, desarrollan esta fobia de forma repentina”, señala Carmona. Además, añade que el cine ha contribuido a distorsionar la percepción del riesgo: “Hay tantas películas sobre catástrofes aéreas que terminan por alimentar un miedo que, en términos reales, es injustificado”.
El avión, el transporte más seguro
Uno de los datos más importantes para combatir el miedo es la estadística: el avión es el medio de transporte más seguro del mundo. “Incluso en condiciones meteorológicas adversas, los sistemas tecnológicos y la preparación de los pilotos permiten mantener una operación segura. Los pilotos están en constante comunicación con las torres de control y cuentan con herramientas avanzadas para gestionar cualquier situación”, asegura la comandante.
Además, todos los procedimientos de seguridad están milimétricamente regulados y los aviones son sometidos a controles estrictos antes de cada vuelo. “Conocer todo esto cambia por completo la perspectiva de quien tiene miedo”, añade Carmona.
Señales de alerta y primeros auxilios emocionales
Entre los síntomas más habituales antes o durante un vuelo, destacan la sudoración excesiva, palpitaciones, respiración acelerada o sensación de pánico. En esos casos, los expertos recomiendan:
- Respirar lenta y profundamente, para reducir la ansiedad.
- Evitar la anticipación catastrófica, centrándose en el momento presente.
- Recordar que se viaja en un entorno seguro, guiado por profesionales cualificados.
Qué hacer si el miedo aparece antes del viaje
- Infórmate con fuentes fiables: conocer cómo funciona un avión, qué tareas realiza la tripulación o cómo operan los sistemas de seguridad ayuda a racionalizar el miedo.
- Evita el exceso de información sensacionalista, como vídeos de incidentes aéreos o relatos alarmistas.
- Habla con la tripulación: en muchas ocasiones, una breve conversación con el personal de cabina ayuda a tranquilizarse.
- Elige asientos en zonas tranquilas, como el ala, donde se perciben menos turbulencias.
- Usa distracciones positivas: música relajante, lectura, series o ejercicios de meditación pueden ser grandes aliados durante el vuelo.
Cursos especializados: una opción eficaz
Para quienes deseen superar el miedo de forma más profunda, los cursos específicos de afrontamiento del miedo a volar son una herramienta eficaz. Lourdes Carmona lidera uno de estos programas, que combina información técnica con simulaciones de vuelo. “La clave está en desmontar creencias erróneas y generar confianza a través del conocimiento y la experiencia controlada”, afirma.
Los cursos permiten a los participantes experimentar situaciones similares a las de un vuelo real en entornos seguros, lo que reduce la ansiedad anticipatoria y les prepara emocionalmente.
Cuando el miedo requiere atención profesional
En algunos casos, el miedo a volar está vinculado a trastornos de ansiedad generalizados o experiencias traumáticas previas, por lo que es recomendable acudir a un profesional de la salud mental. El tratamiento psicológico, como la terapia cognitivo-conductual, ha demostrado ser muy eficaz.
Conclusión
Volar puede y debe ser una experiencia agradable, especialmente cuando es el inicio de unas vacaciones esperadas. Perder el miedo a volar es posible, y empieza por informarse, confiar en los profesionales y, si es necesario, buscar apoyo especializado. Porque detrás de cada despegue hay cientos de historias por vivir, y ninguna fobia debería dejar a nadie en tierra.
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